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Los niños de ahora

Se mire el indicador que se mire, los datos van en la misma dirección desde hace ya tiempo: no hay niños. La tasa de fertilidad global en el 2024 fue un 0,33% más baja que en el 2023 y, para cuando acabe este año, ese número se habrá desplomado un poco más. Si en todos los países considerados ricos esas cifras son bajas –menos en Israel–, en España lo son más aún, con solo 1,3 hijos nacidos por cada mujer. Barcelona es también un lugar vacío de niños. En el 78% de los hogares no hay ninguno, un fenómeno que la emparenta con todas las grandes ciudades caras de Occidente, adonde la gente va para hacer muchas cosas –sobrevivir, redefinirse, intentar pasarlo más bien que mal– pero no a criar, porque es caro y difícil.

INAUGURACIÓN DE LA PRIMERA FASE DEL PARC DE CAN BATLLÓ. NIÑOS JUGANDO EN UNA ZONA DE  ACTIVIDADES FÍSICAS

  

MANÉ ESPINOSA

Una consecuencia indirecta de esto es que hay mucha gente que traspasa toda su vida adulta sin tener ningún niño cerca. Nadie en el rol de sobrino real o postizo al que se vaya siguiendo la pista y al que se dedique un poco de tiempo de vez en cuando. A veces eso sucede por imperativo demográfico –ya hemos dicho que no hay niños– y a veces porque reina en esas ciudades tan adultocéntricas cierto apartheid social entre los con niños y los sin niños, cada tribu en su esquina haciendo sus cosas y hablando de lo suyo, sin interesarse mucho por lo que pasa en el otro lado.

A Barcelona, como a las grandes ciudades caras de Occidente, la gente no va a criar

Personalmente, me parece igual de triste un círculo formado en exclusiva por obsesivos criancistas a lo Això no és Suècia que un grupo de adultos que haya purgado de sus vidas a todo aquel que haya osado reproducirse. De entre estos últimos, hay una subcategoría que nunca deja de sorprenderme: el adulto sin niños cerca pero con decenas, ¡cientos!, de opiniones sobre la infancia contemporánea, que no duda en exhibir en todo tipo de foros. La tocan de oídas y se han armado un corpus ideológico sobre Los Niños de Ahora (y sobre sus terribles padres) a partir de comentarios de segunda mano y chistes mil veces reciclados en redes que derrapa hacia el cuñadismo a una velocidad que ni sospechan. Ojalá la vida les ponga un niño cerca. Uno maravilloso, o insoportable, o las dos cosas a la vez según el momento del día, que es lo más probable, y al menos opinen sabiendo un poco de lo que hablan.

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